El Seminario 13 se abre con una afirmación contundente: “hay una estructura del sujeto”. Esta declaración marca tanto una dirección en el modo de abordar una noción tan compleja, como una perspectiva epistémica precisa.
Dicha estructura no puede desligarse de lo trabajado en el Seminario 12, dedicado a las posiciones subjetivas del ser. Allí, Lacan elaboró un soporte topológico que le permitió formalizar los anclajes del sujeto desde la topología, retomando lo ya planteado en La identificación respecto del nombre propio como uno de esos anclajes.
La estructura implica la delimitación de la Spaltung, escisión en la cual el sujeto “se aloja”. De ahí el valor de la topología, que permite situar ese alojamiento en la praxis: el sujeto se hace presente en los efectos de división y desvanecimiento que se juegan en la práctica analítica.
Pero esta estructura también es solidaria de la paradoja. Topología y lógica vuelven a entrelazarse para trazar el lugar de aquello a lo que la palabra no logra dar alcance.
La perspectiva epistémica queda reforzada en un punto decisivo: el sujeto no puede pensarse al margen de los efectos de la ciencia. Esto no disminuye el alcance del acto cartesiano, sino que lo relee a la luz de su correlato con el surgimiento mismo de la ciencia.
En este sentido, Lacan retoma a Koyré como un autor clave, ya que este muestra con claridad el vaciamiento inherente al cogito cartesiano, en estricta correlación con la emergencia de la ciencia. De allí que el valor que Lacan atribuye a la ciencia resida en que ella reformula el objeto implicado en la “posición de sujeto” que el psicoanálisis sostiene.
Finalmente, la ciencia es decisiva porque su advenimiento conlleva un abandono: el de la verdad en favor del saber. En ese hiato se inscribe la propuesta de Lacan en L’Étourdit: el psicoanálisis aloja precisamente aquello que la ciencia expulsa.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario