En su Seminario 18, Lacan afirma: "Si la existencia es afirmada, el no-todo se produce", señalando un punto clave en la transición de una lógica atributiva a una lógica modal y cuantificacional. Este cambio tiene profundas implicaciones: se pasa de lo indecible a lo imposible de escribir.
Este tránsito es posible gracias a la función de la falla, incluso en su dimensión ontológica: la falla del lenguaje es constitutiva del devenir del sujeto. Es crucial entender que esta falla no es aún un agujero en sí mismo; la apertura de un agujero solo ocurre a través de la nominación, que es la única función capaz de producirlo. Así, la falla tiene un valor primario, pero solo a través de la nominación se convierte en agujero, condición fundamental del lazo social y del discurso.
Este proceso puede relacionarse con la referencia fregeana, donde la falla inicial implica la ausencia de un referente o complemento. Nos situamos así en el nivel de la escritura, que no pertenece al campo del sentido. Si marcamos un corte, podríamos decir que estamos en el ámbito de la denotación, mientras que el sentido y la connotación emergen en un momento lógico posterior.
La escritura, en este contexto, produce una existencia paradójica que opera como una necesidad lógica dentro del discurso. Es decir, no hay discurso sin una existencia que introduzca una excepción.
Si seguimos la referencia a Frege, podemos afirmar que esta excepción constituye un síntoma en el sujeto, pero no en el sentido clínico, sino como una función que establece el borde del campo donde el sujeto advendrá. Esto solo puede entenderse a partir del paso del 0 al 1: la inexistencia se inscribe como síntoma, ya que el síntoma es precisamente aquello que responde a la inexistencia (de la relación sexual).
En otras palabras, la inexistencia es la inscripción de la falla de partida, y solo se vuelve existente en la medida en que el síntoma le responde.
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