Llevar al Padre al nivel de un referencial implica un desplazamiento respecto del planteo freudiano. La Real Academia Española define lo referencial de tres maneras:
- Como base de comparación, es decir, un marco de referencia.
- Como testimonio referencial, vinculado a la narración o relación de hechos.
- Como aquello relativo a la referencia en sí.
Estas acepciones permiten diferenciar un referencial de un referente y plantear que el Padre, como suplencia, es un referencial en lugar del referente ausente.
Lacan señala que el referencial, y con él el Padre, juega un papel fundamental en la interpretación. Esto retoma su planteo en Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, donde señala que la interpretación opera al llevar los significantes a su sin sentido, revelando el vacío dejado por la falta de un referente.
Desde esta perspectiva, el Padre no debe ser entendido en términos imaginarios o patriarcales, sino en función de su rol en la numeración. Esto tiene dos consecuencias:
- Desimaginarización del Padre: Se despejan las valoraciones ligadas a lo patriarcal.
- Ordenación de la serie: Como numeral, el Padre es un ordinal, no solo constituye, sino que ordena. Lacan ilustra esto con las dinastías papales y reales.
Más allá del efecto de desimaginarización, este enfoque también desplaza la función del Padre hacia una operación de designación. Es decir, el Padre marca un borde, permitiendo litoralizar el espacio entre lo simbólico y lo real.
En este marco, la prohibición no es más que un artificio que encubre un imposible. Lo que aparece como un límite impuesto desde el Padre es, en realidad, una forma de velar la imposibilidad estructural que define la relación del sujeto con el lenguaje y el goce.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario