Aquí señalábamos que la agresividad, entendida como efecto inherente a la captura narcisista, no debe confundirse con la agresión en sentido estricto. Sin embargo, esto no excluye que en ciertos casos pueda enlazarse a ella. Lacan distingue dos modos clínicos en los que la agresividad puede manifestarse: por un lado, como intención de agresión (que no implica necesariamente su realización efectiva); y por otro, y de manera más decisiva, como dislocación corporal.
En este segundo sentido, la agresividad se presenta como un efecto de la imposibilidad de unificación del cuerpo, un cuerpo que queda obturado por la imagen especular. Es decir, lo que se manifiesta como agresividad tiene como trasfondo una falla en la constitución de una imagen corporal unificada, propia del estadio del espejo.
Este planteo requiere una precisión en relación con la praxis analítica, que no apunta a corregir conductas, sino a dar lugar al síntoma. Allí donde algo del sujeto se repite en acto, el analista interviene para interrogar los significantes que han sido reprimidos. Desde esta perspectiva, el síntoma se entiende como un mensaje cifrado sobre la relación entre el sujeto y el Otro. Es decir, porta un sentido, una orientación, que se hace evidente tanto en las inflexiones del discurso como en las justificaciones, cálculos y modos de actuar con los que el sujeto intenta mantener distancia de la castración que el Otro encarna.
En este marco, las conductas del sujeto no tienen valor por su dimensión motriz o su contenido manifiesto, sino por su valor significante, es decir, por el lugar que ocupan en el entramado simbólico que configura su relación con el Otro.
Desde esta lectura, la agresividad puede reaparecer no solo como impulso dirigido a un semejante (otro con minúscula), sino también como efecto de una relación conflictiva con el Otro (con mayúscula), es decir, con la instancia simbólica. De allí que muchas veces se dirija al analista, que ocupa esa posición de Otro. El analista, al no responder desde el lugar de un saber supuesto o de una confrontación directa, permite que se revele el resorte significante de esa agresividad.
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