1) No demandes nada. Que tu demanda muera para realizar así tu demanda, que es ser un sujeto muerto, desvanecido, borrado. Eso es lo que debes exponer.
2) Tu deseo es, en verdad, desvalorizar, anular, destruir el deseo del Otro. En efecto, es el tuyo o el suyo. Por eso hablas así: "Si me resulta difícil sostenerme y progresar en lo que pienso, no es tanto porque lo que pienso sea culpable, sino porque me resulta absolutamente necesario que piense en mi y nunca en el vecino, en otro".
3) Espera a que te demanden. Espera a que el Otro comprenda tu silencio. En efecto, para remediar la angustia del deseo del Otro, debes recubrirla con su demanda: una demanda anal de dar. A cambio, sé oblativo; nunca harás lo suficiente para que el Otro persista en la existencia.
Lacan decía:
"No hay mejores oblativos que los verdaderos, los grandes obsesivos. Él o ella ofrecen con tanto más gusto todo cuanto que todo lo que ofrecen es, como ustedes saben, mierda" (Lacan, 16/7/1975)
4) No tires nada, acumula hasta el atascamiento. Nunca se sabe, ¡eso siempre puede llegar a servir! Amar es tener siempre algo para dar. ¡Y para tener algo para dar, conserva lo que tienes, aprieta las nalgas! ¡Dientes apretados!
5) Tu propio deseo lo pondrás en juego mañana, pasado mañana, más adelante. Tienes tiempo: hazte el muerto. Así sabrás hacer esperar al Otro mucho tiempo, puesto que solo hay deseo en lo imposible.
6) En la espera, da pruebas de tu aptitud. Supera la inhibición mediante la proeza, la prestancia, el alarde, el engreimiento, a imagen de la rana que pretendía ser tan gorda como el buey. ¡Si, pero tu nunca reventarás!
7) No hagas nada definitivo o excluyente: ¡Siempre un pie dentro y otro afuera! ¡Nada de avances sin la seguridad de una retirada! "A la vez" y "al mismo tiempo" son expresiones que deben atravesar tu lenguaje.
8) Ante un imperativo del superyó que te ordena: "¡Goza!" haz de tu impotencia para realizarlo una demanda a dirigir a un maestro que supuestamente sabe si la relación entre goce y dominio es del orden de lo imposible o no.
9) Sométete a una orden de hierro, hacer esto o aquello. debes sobrecargarte con un programa sin fallas, sin vacío, sin respio, para evitar la interrogación sobre el deseo del Otro.
10) Interrumpe tu análisis el día que puedas aliviar tu culpa culpabilizando a otro. A tu turno, que tu propia voz transmita esta orden de hierro a tu entorno, sin explicaciones ni murmullos: ¡Es así porque es así! ¡Fin del análisis!
Fuente: Philippe Julien "Psicosis, perversión, neurosis. La lectura de Jacques Lacan" Cap. III. La Neurosis obsesiva, Punto 2. La verdad de Freud.
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