martes, 18 de marzo de 2025

Lo simbólico, lo real y la pérdida fundante

Cuando lo simbólico irrumpe en lo real, deja una marca, un surco que introduce una pérdida estructural. Aquello que logra ser simbolizado pasa a formar parte del campo de la existencia; en cambio, lo que queda excluido —no como algo preexistente, sino como un efecto de la simbolización— ex-siste a lo simbólico.

Esta idea, central en las fórmulas de la sexuación y la lógica modal, ya se encuentra en el seminario inaugural de Lacan y resulta clave para diferenciar al sujeto del moi.

En un segundo momento lógico, lo imaginario media en esta operación, permitiendo alguna forma de representación de la pérdida originaria del sujeto: la pérdida de Das Ding. Dado que el sujeto humano no posee un objeto connatural, lo imaginario abre el campo de los objetos en plural. Lacan sostiene que la inscripción de la pérdida en lo imaginario es necesaria, lo que justifica la operación del menos phi (-φ) como efecto de la metáfora paterna.

Desde esta perspectiva, lo real se define como lo que ex-siste a lo simbólico. En el Seminario 1, Lacan lo aborda a través de la alucinación, tomando como referencia el caso del Hombre de los Lobos de Freud. Allí, lo real aparece como el retorno de lo que no fue captado por lo simbólico, inscribiéndose en el cuerpo.

Se trata de la presencia de algo que carece de representación y de nombre. Sin embargo, esto no implica una equivalencia entre representación y nombre, sino que el nombre opera como un efecto de la comunicación entre el niño y el Otro, marcando las consecuencias del acto de la palabra.

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