La nominación requiere de una excepción. Esta afirmación implica una lectura modal que se apoya en la teoría de conjuntos. En este marco, la excepción es aquello que está fuera del conjunto, pero que, paradójicamente, permite su constitución: la letra y el Padre funcionan como estos elementos fundantes. Siguiendo a Bourbaki, Lacan sostiene que es la letra la que da existencia al conjunto.
Vincular la nominación con la excepción permite entender el pasaje del agujero en lo real a la nominación como operación que crea un agujero, es decir, introduce un falso agujero.
Esta conexión entre nominación y excepción lleva inevitablemente a la función del síntoma, que introduce una nominación fallida, ya que implica el no-todo. En el esquema de RSI, la nominación representa la cuarta consistencia que sostiene la estructura, y es allí donde el síntoma juega su papel fundamental.
En el seminario Le Sinthome, Lacan reformula esta noción: allí donde antes situaba la nominación, ahora coloca el sinthome. Esto no implica que abandone la noción de síntoma, sino que establece una diferencia crucial entre ambos términos. Síntoma y sinthome no son equivalentes, ya que cumplen funciones distintas y responden a lógicas diferentes.
Este replanteo surge de una pregunta fundamental: ¿a qué consistencia pertenece el Nombre del Padre? ¿Corresponde a lo Real, Simbólico o Imaginario, o solo a lo Simbólico?
Si el síntoma se define como aquello que ocupa el lugar del lapsus del nudo, cualquiera de los tres registros podría asumir esta función. Sin embargo, el efecto de la suplencia de la falla varía según cuál de estos registros asuma el papel de cuarto elemento.
Finalmente, esta operación se caracteriza por un equívoco: la compensación del síntoma ocurre justamente en el lugar de la falla, lo que rompe la linealidad temporal e introduce una estructura distinta. En este proceso, la producción del síntoma no solo altera el tiempo, sino que también manifiesta lo real en la estructura del nudo.
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