El seminario 11 es por muchas razones un momento central, que constituye una bisagra definitiva, sin retorno. Allí no sólo se embarca en situar la especificidad de los fundamentos del psicoanálisis, los cuales son esencialmente freudianos, sino que también interroga la posibilidad de pensar estos conceptos más allá del planteo de Freud.
Hacia el final de ese seminario nos encontramos, después de un arduo trabajo, con una elaboración bastante novedosa y anticipatoria del campo del amor. Uno de los lineamientos del seminario es que Lacan se torna muy cuidadoso en señalar o resaltar la distancia que se produce entre el campo del amor y el campo de la pulsión.
A partir de ello podrá llegar al final del seminario interrogando la posibilidad de pensar un sesgo del amor, al cual sitúa más allá de los límites del amor de la ley: la significación de un amor sin límites, según sus propios términos. ¿De qué se trata esto?
Pareciera ser que está llevando a cabo cierta modificación en el campo del amor que es correlativa de un cambio que afecta a la operación misma del nombre del padre.
Ya a partir del seminario 10 aparece en el planteo de Lacan cierta interrogación sobre el deseo del padre, cuestión novedosa, y entiendo que el seminario 11 es un momento donde la reducción del nombre del padre como significante que sustituye a otro en la metáfora empieza a quedar en cuestión.
Ese padre, el de la metáfora, es solidario de un campo del amor que queda asociado a la demanda en tanto está organizada o polarizada por la operación del ideal del yo.
La significación de un amor sin límites sería la posibilidad de un amor asociado a una contingencia que sea solidario del encuentro, y en este punto consistiría en una ocasión de ir más allá del padre. Planteo que está en consonancia con nuestro punto de partida.
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