El amor ocupa un lugar central por su papel de medio y por su capacidad para construir lazos. No solo es fundamental en el vínculo inicial entre el niño y el Otro, pues permite que el niño se sostenga en esa relación, sino que también es esencial en las formas y posibilidades mediante las cuales un sujeto se vincula con un partenaire.
En el seminario La angustia, Lacan hace una afirmación enigmática, casi un aforismo, que invita a la reflexión: el amor es lo que permite que el goce descienda al deseo. Esta idea resalta el rol del amor como medio; gracias a él se puede establecer una especie de equilibrio entre dos campos distintos —goce y deseo—, permitiendo una cierta flexibilidad en su relación.
La pregunta es si ese "descenso" del goce no funciona como un revestimiento que impide que el sujeto quede expuesto a la crudeza del goce, si es posible pensarlo así. Aquí, el amor como medio adquiere una dignidad especial al conectar el goce con una disposición deseante.
Más adelante, surgen preguntas sobre las condiciones del amor, las cuales merecen ser examinadas desde una perspectiva central. ¿Cuáles son estas condiciones?
En La tercera, hacia el final de su enseñanza, Lacan ubica el objeto a en la lúnula central de la cadena borromea, permitiendo definirlo como condición de todo goce.
Esto abre un cuestionamiento sobre las exigencias del amor, dado que un sujeto no puede enamorarse de cualquiera. ¿Las condiciones del amor responden a las condiciones de goce previamente mencionadas?
Desde esta perspectiva, lo imaginario y hasta lo idealizado del amor, en lo que tiene de obstrucción, no es más que un velo que oculta que la condición del amor reside en un rasgo de goce que el sujeto reconoce en el partenaire.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario