miércoles, 16 de abril de 2025

Máscara, discurso y la función del fantasma

El concepto de máscara, precursor del semblante, se configura a partir del funcionamiento del significante dentro del campo del Otro. Sin embargo, el lenguaje, aunque preexiste, no garantiza por sí mismo la máscara, pues esta requiere una operación específica dentro de la estructura discursiva.

Cuando el significante se inscribe en el Otro, no solo instaura el discurso como una estructura relacional, sino que introduce la lógica de la concatenación: el lenguaje establece un marco, mientras que el discurso articula un encadenamiento que permite la sustitución. Este proceso es crucial, ya que afecta la relación del sujeto con el objeto y con la permutabilidad de los significantes en ausencia de un referente fijo.

Lacan señala que “el significante se sustituye a sí mismo” allí donde no puede conocerse plenamente. Esta imposibilidad genera una inconsistencia estructural, que se sitúa entre lo topológico y lo literal, convirtiendo al Otro en la sede del rasgo diferencial.

Dentro de esta dinámica, el fantasma opera como una pantalla que oculta y organiza el acceso al deseo. En estrecha relación con la identificación, se sitúa en el punto de tensión entre enunciado y enunciación dentro del grafo. Así, el fantasma se inscribe en una serie conceptual que involucra excentricidad, literalidad, borde y antinomia. En este contexto, su función es doble: actuar como pantalla que vela lo real y, al mismo tiempo, operar como guion o menú a través del cual el sujeto estructura su experiencia.

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