martes, 15 de abril de 2025

La eficacia analítica y la dificultad como efecto irreductible

La práctica analítica se revela eficaz precisamente en la medida en que expone las dificultades, contradicciones y callejones sin salida propios de la estructura subjetiva. Al desenmascarar las coartadas del sujeto, pone al descubierto lo que se resiste a ser dicho, mostrando que la dificultad no es un obstáculo contingente, sino un efecto inherente al proceso mismo.

Si bien estas dificultades suelen vincularse al goce, también atraviesan el campo del deseo, dado que este último apunta más allá del principio de placer. El deseo surge de la demanda significada, lo que lo sitúa en el registro del resto, marcando no solo la producción de sentido, sino también la incidencia del significante y la intervención del Otro en la constitución subjetiva.

En este entramado, la necesidad, la demanda y el deseo se encuentran disyuntos. La operación significante introduce una latencia que separa la necesidad de la demanda, y el deseo emerge como un resto de esta operación. Sin embargo, para sostenerse en el sujeto, el deseo requiere de una máscara, pues no puede alojarse directamente en la falta del Otro sin alguna mediación simbólica que le otorgue estructura.

Este proceso se inscribe en el campo del semblante, donde lo imaginario y lo simbólico operan velando lo real. Lacan señala que este semblante se encuentra sujeto a “modas”, en tanto su manifestación depende de los rostros del Otro propios de cada época. Sin embargo, más allá de sus formas cambiantes, permanece un axioma inmutable que da cuenta de lo real en juego. Es en este punto donde la dificultad, lejos de ser un mero obstáculo, sostiene la eficacia misma del análisis.

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